18 ago 2011

El peor enemigo de los soldados en Afganistán

Aquí hay señales en las bases que avisan a los soldados para que mantengan sus torniquetes en el bolsillo del hombro derecho. Si un soldado necesita un torniquete, es probable que sea el único bolsillo que le quede.

La señal explica: “Por desgracia los miembros que se pierden debido a los Artefactos Explosivos Improvisados (IEDs en inglés) son el brazo izquierdo y ambas piernas”.

Las minas terrestres y los IEDs en el intratable Distrito de Zhari en Kandahar están arrancando estos días muchas más extremidades que vidas en parte debido a las pequeñas cargas de explosivo que llevan y en parte debido a la eficaz armadura que protege los órganos vitales de los soldados.

Pero también se debe a la velocidad y la habilidad del helicóptero de los equipos de evacuación médica del ejército (Medevac).

“Odio el olor de este helicóptero”, dice el sargento Stephon Flynn, un médico de vuelo de la compañía Charlie 1/52 Aviation. “Cuando lavas la sangre y hueles a hierro se impregna en tu ropa y luego lo hueles mientras estás comiendo”.

Minutos después de regresar de una misión de evacuación médica y de haber limpiado la sangre del helicóptero de Flynn con la manguera en el departamento de bomberos de la base, entra otra llamada.

Los pilotos, los jefes de brigada Matt Grove y Grez Love, sobrevuelan a baja altura sobre los viñedos en dirección a una columna de humo púrpura ondulante que marca la zona de aterrizaje.

El aparato pasa por encima de un muro de hormigón y de un conjunto de edificios que, de repente reconozco de una patrulla de tierra durante una incursión. Aterrizamos y Flynn sale corriendo hacia la polvareda humeante. Pasan los minutos. Sé lo que va a pasar antes de que suceda.

Un soldado que recuerdo de la patrulla es traído en una camilla. Le falta el pie izquierdo y su pierna derecha está destrozada, el único resto que le queda colgando deja ver un ángulo espeluznante. Su brazo izquierdo ha desaparecido por debajo del codo, y tiene el muñón envuelto en una gasa que ondea al aire cuando los médicos introducen la camilla en el estruendoso helicóptero.

Su expresión es de resignación y cansancio. Nunca supe su nombre, y de todos modos no le gustaría que se publicase. Durante la patrulla se quejaba de que los estadounidenses consumen noticias sobre la guerra de la misma manera que consumen las películas de acción y la pornografía.

El helicóptero se eleva en el aire y por encima de las rocas a través de las llanuras de Zhari. Es casi de noche y unas pocas estrellas brillan en el azul profundo. Un hilo de sangre resbala hacia mis pies.

Flynn trabaja furiosamente manejando el instrumental para monitorizar los signos vitales de su paciente, y al mismo tiempo debe mantener a su paciente despierto a toda costa. Frota los nudillos contra el esternón del joven soldado, que le hace una mueca de bajo la máscara de oxígeno.

El espigado médico de Minnesota (EEUU) describe solemnemente la pérdida de su primer paciente, un soldado herido por un IED.

“Los médicos de tierra me dijeron que estaba despierto y estable, y me dejé llevar por una falsa sensación de seguridad”, dice. “Cerró los ojos y respiraba con normalidad mientras conecté mis instrumentos, así que le dejé estar un momento y luego parecía que había algo del monitor que no funcionaba, así que le tomé el pulso: no tenía”.

Flynn realizó maniobras de reanimación cardiorrespiratoria al soldado durante el resto del vuelo, pero fue en vano.

“Lo hemos perdido, no pude conseguir que regresara”, dice Flynn con tristeza. “Un roce en el esternón es probablemente la cosa más traumática que puedo hacer con estos chicos, pero cuando te duermes tu cuerpo deja de luchar, deja de compensar la lesión”.

Todos los pacientes estadounidenses de Flynn y los pacientes más gravemente heridos en Afganistán son transportados a la Clínica del Aeródromo número 3 de Kandahar. Los soldados afganos y los civiles que no están en peligro inminente de perder la vida, un miembro o la vista son llevados al hospital afgano del Campamento Hero, en Kandahar.

Una vez más el helicóptero tiene que ser limpiado a fondo, y el departamento de bomberos de la Base de Operaciones de Avanzada Wilson está a la espera cuando aterriza. Incluso con la manguera de alta presión, Flynn aún tiene que fregar la sangre seca.

Después de una hora o así mientras la tripulación del Medevac juega perezosamente al golf en una Xbox donada por la Organización de Servicios Unidos, la radio grazna de nuevo: Medevac, Medevac, Medevac. Un Tiger Woods virtual mira con tristeza todo el verde mientras un helicóptero Black Hawk ruge en la pista de aterrizaje de grava.

El helicóptero se ladea hacia la izquierda, vadeando las verdes tierras agrícolas. A través de la puerta de la izquierda, un enorme vehículo armado se encuentra al lado de un enorme cráter de más de tres metros. Love y Grove aterrizan en la carretera, acercándose lo máximo posible al camión destrozado.

El primer soldado entra en el helicóptero a pie, horrorizado y agarrándose el brazo. Lleva un arnés de artillero. Un artillero es la persona más expuesta en un vehículo y es increíble que saliese de la camioneta de una sola pieza.

Luego viene un soldado en una camilla, pálido y agotado, pero entero. No va a abrir los ojos, pero agarra fuerte la mano del artillero todo el vuelo. Sobre el tercer soldado en el helicóptero: estoy seguro de que está muerto.


Fuente: LaInformacion.com

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